En Marruecos he visto
canchas de futbol en todos los paisajes
entre los cerros
colgadas de montañas
a orillas de ríos secos
en planicies ralas, sin arboles
en plazas de pastos prolijos
rodeadas de departamentos
en desiertos de guijarros negros y de arenas movedizas
abiertas para que el viento del Sahara
ayude a un equipo o el otro,
en calles afuera de los kasbah
encerradas por paredes y torres de barro
cercas de mezquitas y
pegadas a los campos labrados del oasis.
Los arcos de todos los tamaños y colores
hechos de metal, de madera,
de pilas de rocas, de flexibles cañas de bambú
con las líneas marcadas o imaginarias
quien decide cuando la pelota esta afuera?
Las vi siempre en el medio del día
sin niños, sin hombres, sin jugadores,
sin una pelota siquiera,
tristes y solitarias
sin pases, sin centros, sin gambetas.
Dicen los que saben,
que se llenan de niños
cuando baja el sol y se pone fresco
y de jóvenes y hombres
los viernes, domingos y días de descanso.
Dicen los que saben,
que sin aviso aparecen
los leones del Atlas con una pelota santa
con botines y canilleras y de a uno
se mezclan con los sorprendidos jugadores
y la gente del pueblo y de aldeas cercanas
visten camisetas rojas con una estrella verde
llevan nombres como En-Nesyri, Hakimi, Bono,
vienen a verlos jugar y como dioses
comprobar que existen.
Marruecos – Septiembre 2023
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