Había una vez un poeta en la calle Brunswick
flaco, esmirriado,
aparentaba ser joven, pero,
llevaba puesto el enorme orgullo de ser abuelo.
Caminando todo el tiempo,
de Gertrudis a Alexandra
del cabo Nicholson hasta el duque de Wellington
uno mas, mimetizado en el paisaje.
Este es mi territorio.
Me dijo una noche
entre el ruido de gente,
de música, de automóviles y tranvías.
El poeta tiene cuatro pares de ojos.
Un par enfocando en buscar bares
adonde tomar cerveza mientras
otro par busca rincones donde armarse un cigarrito.
Dos ojos están constantemente cerrados,
en secreto leyendo versos del viejo Johan Block
viejas postales de Valparaíso
sus naufragios y sus mujeres.
El ultimo, ese esencial par de ojos
profundos como el Pacifico, inexplicables,
son para atrapar sutiles poemas
de esos que flotan irreverentemente por las calles de Fitzroy.
Dedicado a Oscar, el gran poeta.
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