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danielsacchero

Sapitos

Actualizado: 25 sept 2024

Sapitos es un deporte de elite. No es como el polo, de elites tilingas criollas o el cróquet un juego de la realeza o el cricket un juego de la aristocracia colonialista sino que sapitos es de elites, pero de elites bien populares.


Sapitos es un deporte único que atrae a caracteres diversos: filósofos de pueblo, niñas soñadoras, viejitos solitarios, algún que otro adolescente torturado por la vida que se viene. Lo juegan hombres y mujeres muchas veces en partidos mixtos. Sus jugadores no necesitan hacer músculos en el gimnasio, entrenar todas las semanas o firmar contratos millonarios. No se puede jugar sapitos en la Play. Las empresas de televisión no se pelean por los derechos de transmisión ni las revistas faranduleras lo mencionan. No hay notas de tapa que digan ”Marco espectacular se prepara para la final Sapitos este fin de semana” o “ Josecito Martinez hizo cinco en Mar del Tuyu”. No hay branding, marketing ni merchandising. Los jugadores no tienen logos ni son marca registrada.


Sapitos no necesita un estadio con tribunas y luces artificiales. Ni siquiera una cancha marcada con cal o vestuarios y duchas calientes para después del match. Para verlo no hay que reservar el lugar unos días antes, comprar entradas o pagarle a los que tienen derechos televisivos. Se juega gratis cuando se le ocurre a los jugadores en ríos, lagos o el mar cuando esta tranquilo. Y dura lo que los jugadores quieren. Algunas veces sapitos se juega contra uno mismo en partidos fugaces que duran segundos o minutos, otras veces lo juegan grupos familiares o de amigos durante horas.


Como el cricket que se interrumpe para que los jugadores almuercen o tomen el te, sapitos se suele entrelazar con mate y facturas, en casos extremos con el asado o con churros rellenos con dulce de leche si anda algún churrero cerca. Según la cultura popular hay ciertos ritos gastronómicos que van bien con sapitos y otros que no pegan para nada. Por ejemplo comida chatarra o postres light no pegan para nada. Alfajores Havana tampoco. Pero los “Capitán del Espacio” si, por su origen mas bien de barrio del Sur del conurbano bonaerense. Pizza es muy complicada pero empanadas, panchos o choris con chimi van re-bien.


Para jugar Sapitos no se necesita ropa de lycra con inscripciones como “THE BEST” o “JUST DO IT”. Tampoco equipo especial como guantes de arquero, protección de cuerpo entero como los jugadores de futbol americano o bate de cricket. En días de calor uno puede jugarlo en cueros y con malla. En días de frío con pantalones de los gruesos, pulóver de lana y gorro lanero de pompón.




Una tarde ventosa de verano jugaron sapitos mis sobrinos y mi hijo a orillas del lago Nahuel Huapi, cuando se encontraron después de varios años. El asombro del encuentro se había esfumado, la conversación se había puesto incomoda, las facturas y las rondas de mate se habían agotado cuando alguien sugirió que fuéramos a caminar al lago. Las playas del Huapi son rocosas, de cantos rodados de todos tamaños y todos los colores, resultado de milenios de glaciares y erosión. Es un lugar ideal para sapitos. No solo por la abundancia del material para jugarlo sino también por el paisaje. Uno automáticamente se siente mejor mirando el agua con las montañas de fondo. Esa tarde el viento que venia de la cordillera, bastante frío por ser Enero, nos mantenía en puloveres y camperas. Mientras caminábamos por la orilla empezaron los mas chiquitos a tirar piedras al agua y ver como el agua salpicaba y se formaban olas alrededor. Elegían piedras con volumen, que fueran mas o menos pesadas y las revoleaban sin mucha preparación en el agua cerca de la orilla. Si salpicaban a alguno todo se convertía en risas y cargadas. Uno de los más chicos tratada con piedras muy grandes para el. Necesitaba dos manos para levantarlas y casi siempre terminaban rompiendo la superficie del agua haciendo ruido-bomba y cerca de la orilla mojándose a si mismo. Esta claro que eso no era sapitos, no de forma propiamente dicha. Sapitos requiere cierta intención de mantener la piedra saltando en la superficie del agua, de que viaje por lo menos unos metros usando el agua como trampolín. De que el final del recorrido se hunda sin que se note. Y aunque todo empezó de manera un poco caótica, muy rápido el juego fue cambiando y casi sin darse cuenta empezaron a hacer sapitos. Poco a poco nos unimos todos al juego y terminamos alentándonos unos a otros. Todo terminó cuando era casi de noche y uno anunció de manera solemne “Si tiramos una piedra más, se rebalsa el lago”.




Una tarde mientras caminaba en una playa solitaria encontré una piedra en el pedregullo que se forma donde rompen las olas. Iba caminando con el sol en la espalda. Paso una ola entre mis pies y ahí la ví entre la espuma. Me agache y la recogí. La examine profundamente durante minutos y llegue a la conclusión que era la piedra perfecta para hacer sapitos. Redonda casi chata, cabía entre mis dedos pulgar y menique cuando los extendía paralelos. Negra como el carbón, no de las negras azuladas ni de las negras-grises. Era liviana, pero no tanto y suave al tocar, gastada de andar en ese mar entre ola y ola. Cuantos sapitos haría? Cuatro? No, esta era algo especial. Cinco? O seria una de esas realmente especiales? esas que tienen la aerodinámica y la composición perfecta? Esas que en un momento único brincan arriba del agua y siguen y siguen. La puse en mi bolsillo y seguí caminando, reflexionando en su vida y como había llegado hasta aquí. Pensé que como buena piedra sapitera había pasado muchos años dando vuelta por la playa, arrastrada por corrientes y olas golpeada en la arena y otras rocas. Después de tanto golpe había terminado siendo perfecta, perfecta para sapitos. Seguía caminando mientras jugaba con la piedra en mi bolsillo y casi sin darme cuenta buscando el lugar perfecto para probar mi suerte. Algún lugar en la playa donde las olas no rompieran con mucho movimiento, las corrientes fueran mansas, donde no fuera profundo. Caminaba y caminaba. Seis Sapitos? Y si fuera de seis? Que haría con mi alegría? Esa hazaña iría derecho a las historias de los records familiares. De esos que se cuentan en las fiestas y perduran con el tiempo. Me dí cuenta que estaba solo, caminando en la playa con mi piedra y quizás nadie me creería si anunciaba seis sapitos de una piedra que solo yo conocía. Iba a sonar a verso, sobre todo a mi familia que son una manga de incrédulos sobre todo cuando se trata de sapitos.


Seguí caminando y decidí que la gloria y la fama no eran importantes, que la experiencia es la esencia de la vida. Hacelo! Me dije a mi mismo mientras miraba las olas rompiendo en la playa y jugaba con la piedra en mi mano.


Mirando alrededor respire hondo. Me plante frente al mar, puse la piedra entre mis dedos, respire profundo. Practique el movimiento de tirar la piedra un par de veces. Imagine la piedra volando el primer rebote, el segundo y el tercero, brincado sobre la espuma y las olas. Cerré mis ojos. Espere unos segundos y arroje la piedra hacia el horizonte. La seguí con mis ojos y ví como se hundía de una. Quede duro en shock y sin poder creerlo me dí vuelta y empecé a caminar. No se si era el viento, las corrientes o simplemente que ese día, esa piedra no estaba interesada en hacer sapitos.


“Como la vida” me dije muy bajito a mi mismo.


Melbourne Febrero 2018








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